Arturo McFields Yescas22 de junio de 2022, 20:19
Hace 15 años un guerrillero llegó al poder en Nicaragua, prometió respetar los derechos humanos, la Constitución, la libre empresa, la libertad de prensa y religiosa.
Hoy tenemos e mpresas confiscadas, periodistas encarcelados, sacerdotes perseguidos y 350 asesinados.
Hace 15 años, y no se quiere ir.
Nicaragua no es Colombia y Petro no es Ortega.
Si bien los dos países son muy distintitos y han atravesado historias diferentes y proceso sociales muy complejos, no deja de llevarn os a algún tipo de reflexión común la situación que se vive en ambos países.
Me preocupa y mucho que en el primer discurso del Presidente Electo de Colombia, Gustavo Petro, habló de un diálogo “sin exclusiones” en las Américas, en tono muy similar al inmora l discurso de AMLO en México y de Fernández en Argentina en favor de Ortega, Maduro y Castro-Canel, perdón Díaz Canel.
En pocas palabras, integración sin integridad, cheque en blan co a dictadores.
Espero no sea el caso.
En Nicaragua Ortega creyó que lo eligieron Rey y no Presidente.
Cuando el guerrillero centroamericano llegó al poder, se le dio un mandato de menos de 5 años, ya lleva 15, se ha ro bado 4 elecciones y no tiene intenciones de dejar la presidencia.
Nicaragua hoy transiciona de una dictadura familiar a una dinastía generacional.
Un gobierno de Amor y Paz.
Desde que llegó a bordo de su Mercedes, Ortega anunció que tendrían un gobierno de amor, paz, unidad y reconciliación nacional.
Jamás cumplió.
Ese gobierno de reconciliación ha matado a sangre fría a 355 personas y mantiene bajo régimen de tortura a 184 ciudadanos.
Es un amor “tan grande” que ni los hijos de los presos políticos pueden ver a sus padres o enviarles algún tipo de correspondencia epistolar.
Alertas tempranas.
Mientras la marea roja de izquierda radical avanza en América Latina, debemos de dejar de lamernos las heridas y trabajar en establecer un sistema de alertas tem pranas, que evite que la democracia se vaya al precipicio.
Se debe estar atentos a temas como: libertad de expresión, ataque a las organizaciones de sociedad civil, libertades econ ómicas y reformas constitucionales para la reelección perpetua, hacia el infinito y más allá.
Fortaleza de las fuerzas armadas y el poder judicial.
A diferencia de Nicaragua, en Colombia existen unas fuerzas armadas apartidarias y un poder judicial independiente.
Allí hay u na discrepancia abismal, el régimen de Managua controla al Ejército, la Policía y el Poder Judicial, todos han sido cómplices directos o indirectos de los crímenes de lesa humanida d perpetrados por la dictadura.
Un parlamento bicameral fuerte y diverso.
El hecho de que el parlamento en Colombia sea diverso y libre de las llamadas aplanadoras, es sin lugar a duda, otro signo saludable de la democracia del país sudamericano.
Esto sirve de profiláctico a los planes mesiánicos y los tsunamis institucionales de líderes ungidos, que se creen imprescindibles e irremplazabl es.
Cuatro años y ni uno más.
La democracia es como la salud, solo la valoramos hasta que la perdemos o estamos en sala de cuidados intensivos con un catéter perforándonos las venas.
A quellos países que, como Colombia, todavía tienen una democracia robusta, deben cuidarla celosamente todos los días, sino corren el riesgo de incubar dictaduras de 15 años como en Nicaragua o 63 como sucede en Cuba.
Les deseo lo mejor.
*El autor fue embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos.
@ArturoMcfields