admin-zenda - Publicidad -
Por: Ma.
Belem Rodarte Guardado •
Medito en mi presente y mi pasado y siento que me es muy necesario confesar mis errores o pecados ante el cura en un confesionario.
- Publicidad -
Hay cosas que debiera confesarlas ante algún sacerdote frío y severo hay otras que debiera confesarlas ante algún sacerdote humilde y bueno.
Pero no, no puedo ir a confesarme aunque no obtenga gracias ni venturas y la única razón para negarme es que el seminarista no fue cura.
Qué triste quedaría aquel Seminario el día que no volvió el seminarista y un Templo se quedó esperando en vano al Cura que jamás ofició misa.
Las manos que yo estreché entre las mías no me han de bendecir cuando yo muera y su boca radiante de alegría jamás me ha de absolver como quisiera.
Ojalá y Dios sepa perdonarme los múltiples pecados que me abruman, pero ya decidí no confesarme porque el Seminarista no fue cura.
Si aquel Seminarista hubiera sido un seguidor de Cristo con sotana a su confesionario hubiera ido tal vez dieciocho veces por semana.
Autora: Ma.
Belem Rodarte Guardado
- Publicidad -