Babelia suscrÃbete HHOLA Iniciar sesión Babelia Babelia libros Los crÃticos de ‘Babelia’ reseñan lo nuevo de Lucian Blaga, Tezer Özlü, Bernat Castany Prado, Empar Moliner, Carolina Sborovsky, Alfredo Staffolani y Vicky GarcÃa
La filósofa y poeta Chantal Maillard.
Consuelo Bautista Babelia 14 may 2022 - 03:30UTC
En su ópera prima, Obras reunidas, la autora sueca
Lydia Sandgren pergeña una compleja trama que no obedece sino al objetivo primordial de pensar el arte, de comprender los entresijos de la creación artÃstica y su vÃncuÂlo con la vida.
En La luz que siento, el pensador rumano Lucian Blaga crea un espacio poético sobre una infancia que se expande: el adulto busca recrear una edad dorada con las herramientas de un expresionismo exacerbado.
Otro libro de poesÃa de otra autora filósofa, Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua, de la hispanobelga Chantal Maillard, traza un mapa para hacer frente al dolor y la herida, al daño y el castigo, la ceguera y la inocencia, al yo y su ausencia, a lo(s) otro(s), al hambre y lo perdido, a la muerte y el duelo, al miedo y la culpa.
También regresa a la niñez la ya fallecida Tezer Özlü en Las frÃas noches de la infancia, autobiografÃa donde escribe un grito en el que encierra su vida.
La vida que ella ha sentido.
La verdad subjetiva que no deja de ser parte de la verdad como suma de lo real y del modo de decirlo.
En Una filosofÃa del miedo, Bernat Castany Prado compone una filosofÃa moral e incluso más bien una sociologÃa y hasta un manual de psicologÃa para aprender a combatir el miedo, mientras que Bienamada, de Empar Moliner, ofrece un implacable y descarnado diagnóstico moral sobre nuestro presente narrado, además, de manera impecable.
Una larga lealtad, de Francisco Rico, reúne artÃculos y textos que componen un mosaico de deudas personales, profesionales y a veces simplemente mÃticas.
Por último, la mayorÃa de los argentinos habita en no-lugares cuyas creencias y prácticas participan tanto del régimen rural como del urbano, y en pequeños pueblos y ciudades que no apartan sus ojos de la capital, una Buenos Aires que, junto con su periferia, alberga al 38,9% de la población.
Pese a ello, la literatura argentina continúa articulándose en torno a la oposición habitual entre la ciudad y el campo y, de manera más especÃfica, entre la capital y lo que algunos llaman “el Interiorâ€. Pero como prueban varias obras recientes — La concordia, de Carolina Sborovsky; El buen destierro, de Alfredo Staffolani y Las bestias, de Vicky GarcÃa— también hay muchos autores que no arrojaron una mirada orientalizante sobre el campo o la incorporaron estratégicamente en sus textos.